lunes

La conjura de los necios

La conjura de los necios
John Kennedy Toole
Anagrama - 1990


¿Qué se puede agregar a todo lo ya dicho sobre la mejor novela norteamericana contemporánea? ¿Que tuve que abordarla como 5 veces hasta que entré en su trama y ya no pude despegar de sus efectos? ¿Que cuando llegué al final quería que no terminara, que le crecieran hojas a la novela? ¿Que lamenté no poder dimensionar qué es lo que podría haber escrito JKT de no haberse suicidado metiendo una manguera conectada al escape dentro del habitáculo de su automóvil a los 32 años, desmoronado por la negativa de los editores? Su lectura provoca un antes y un después en la vida literaria de un sujeto: no importa cómo, el lector se modifica. Con el moño de una preciosa metáfora extraliteraria: fue su propia madre quien insistió hasta lograr que se diera a luz, en formato libro, a esa brillante obra póstuma que es La conjura de los necios, tal como lo hubiera hecho Irene, la madre de Ignatius, con la obra escandalosa, encendida e incorrecta de su hijo.

Por esta novela, JTK recibió el premio Pullitzer 12 años después de su muerte. Esto hace pensar, una vez más, en el ojo que lee un texto, en qué es lo que lee allí y qué es lo que apuesta un editor a manos de la novela de alguno de sus escritores. Sin el arrojo al escribirla, sin el riesgo de editarla, hoy estaríamos privados de una novela genial. JTK lo sabía: el epígrafe de Swift no es inocente: el genio contra el cual conjuran los necios es él mismo. Sabía que su novela es una obra maestra, estaba seguro de ello. Seguro al punto de morir antes de verla publicada.


PD: lamento profundamente que la edición en castellano haya respetado diseño original, al punto de colocar en la tapa ese dibujo que nada tiene que ver con ese inmenso (en toda la amplitud del término) personaje que es Ignatius J. Reilly.