miércoles

La melancólica muerte del Chico Ostra

Tim Burton
Anagrama - 1999


La obra de Tim Burton me parece tan buena que carezco de cualquier infructuoso intento de objetividad al apreciarla. Su incursión en las letras es a través de un bestiario infantil que expone, con la rigurosidad de la palabra escrita y el dibujo alusivo, la forma más descarnada de su estética. Sólo basta con ver al Niño con Clavos en sus Ojos en su apabullante inmovilidad, por tomar un ejemplo que me conmovió, para saber que uno va a atravesar un libro que lo dejará con una sensación de cansancio, un puñado de angustia que se manifiesta en el cuerpo, con picos de humor negro y vidas y muertes descarnadas. La poesía de Burton se urde con lo ingenuo, lo infantil y lo mórbido; y construye la narración apoyada en el impacto visual de los exquisitos dibujos en acuarelas nacidos de cabeza y manos del señor Tim. Incluso, sobrevive a la espantosa traducción de Francisco Segovia que hizo lo posible por destrozar el texto y que se pone delante de la obra inventando un personaje inexistente con el (adjetivar como le plazca) nombre de ¡Paquito Serra! Sugerencia para quienes lean en inglés: ir al final del libro donde el texto está en su idioma original, a forma de un mea culpa de los secuaces de Herralde.

La melancólica muerte del Chico Ostra propone una galería de personaje rayanos en lo siniestro y lo horroroso que, en su camino arman un collage, una barrera para detener otros miedos. Si bien el libro tiene todo para considerarlo provocador de agobio y desazón, su lectura no será una pesadilla. Aunque exponga esas vidas como llagas sin ninguna anestesia, el final de boca de la lectura será cercano a la melancolía, como lo anticipa el título. La tristeza que inyecta al leerlo es el motor de la lectura, el humor negro el combustible, un cuento de hadas oscuro y siniestro, el resultado. Son niños excluidos, marginados; son aberraciones estéticas; fallidos acontecimientos de sus padres arrojados a zanjas de los más diversos órdenes; freaks arrojados a su propia suerte. Si uno recortara el universo en esos niños, lo normal dejaría de ser lo que es. Ese es el mundo que construye Burton: un mundo fantástico donde lo verosímil es capaz de asimilar hasta la más afiebrada imaginación. Esa construcción es la que hace de Tim Burton un gran artista.