jueves

Las correcciones

Jonathan Franzen
Seix Barral, 2004


Si hubiera que evaluar a Jonathan Franzen por esta novela podría afirmarse que es un escritor de una pluma sólida, exhuberante, cargada de un humor ácido, clacisismo y una precisión inusual; afirmación que puede apoyarse en una traducción a la que casi no se le notan los hilos maníqueos del viejo lema freudiano traduttore tradittore. En Las correcciones, Franzen expone la vida de una ¿prototípica? familia estadounidense contemporánea y escapa de la tan valorada coralidad a partir de la construcción del relato desde la individualidad de los integrantes de una familia: más que coreutas, Los Lambert son los componentes -rápidamente identificables- de una maquinaria que, a pesar de lo patético de lo que produce, funciona a la perfección. La familia presta a sus integrantes/personajes para construir una historia que no los aúna, incluso que los fragmenta y los expulsa del seno familiar, pero que a su vez los hace formar parte de un destino indivisible, inexorable de la novela familiar.

En el por momentos demasiado extenso relato, quedan expuestas las llagas de las vidas de los integrantes de la familia apenas encubierta por algo parecido a la caridad por el personaje de Enid, la madre y esposa abnegada, terca y ciega a todo aquello que no revista un aura de felicidad y unión imposible para esos personajes disjuntos. A medida que la novela avanza, se profundiza el patetismo, se agravan las enfermedades, se descalabra la puesta en escena, aparece la purulencia que pretende ser encubierta: se devela la mugre almacenada bajo la alfombra del bienpensar. No es de lo más importante el destino -en el sentido de la commedia-de cada uno de los Lambert: es en el tránsito hacia ese destino donde reside la riqueza del relato; dejando al descubierto la superficialidad del contacto entre los componentes de la maquinaria familiar. Aparecen el reclamo, los desaires, las limitaciones, las imposibilidades. Aún a pesar de su título, esta novela no provee de un final correctivo para ninguno de los personajes. Mutan, es cierto. Atraviesan experiencias que los modifican, los alteran e, incluso, los adulteran .

Las correcciones puede parecer pretensiosa en cuanto al espectro que pretende abarcar y extensa, más allá de lo digerible y tolerable. Como producto estético, Franzen hace una apuesta arriesgada, al borde de la macchietta, y sale de ella con los bolsillos colmados de una novela que puede leerse como una radiografía de las aspiraciones yanquis previas a los atentados del 11 de septiembre de 2001.