martes

Zapatos italianos

Henning Mankell
Tusquets - 2006


Hace tiempo pensaba en la precisión de la palabra en aquellas novelas no policiales de escritores cuyo fuerte es (en tanto reconocimiento de la obra) la novela policial. Zapatos italianos es una de esas novelas. Y, a su vez, es una historia que trasciende a un género, porque sin ser policial, lo es; sin ser una novela de amor, lo es; sin ser un mural de color local, lo es. Y así pasando por la novela de iniciación, la novela erótica, el el diario íntimo, el registro periodístico. La traducción de Graciela Montes Cano casi no se nota: es una cicatriz cuyo rastro deja al descubierto una forma de belleza y la imposibilidad de acudir al libro en el idioma original. En definitiva, el texto no se muestra dañado a ojos del lector en español. Mankell es un virtuoso que maneja los hilos del relato con un ritmo tal que, sin necesidad de hacer vertiginosa la lectura, provoca ganas de seguir leyendo el libro. En síntesis, parece haber dado con la cadencia justa para narrar lo que narra. Y, por si fuera poco, habla del amor y del discurso amoroso; de la fantasía; de lo im/posible.

Otra de las virtudes del escritor sueco reside en exponer varios tipos de llagas sin resultar obsceno ni desagradable. De ese modo, desafecta el texto de todo rastro de golpe bajo e instala una dimensión poco habitual: una cara límpida del dolor; una muestra indiscutible de algunas bajezas extremas con palabras que las eximen de provocar revulsión para dar paso a una tensión que se instala muy cerca al drama existencial, de las preguntas profundas como las aguas heladas de la laguna que es parte de una promesa de amor en el relato. El por qué del título es, entre otras cosas y en el tránsito de la lectura, una muestra de la sutileza del relato.